Aceite de aguacate: crecimiento acelerado y límites estructurales de un mercado en expansión
Impulsado por la imagen saludable del aguacate y por la volatilidad de otros aceites vegetales, el aceite de aguacate ha ganado espacio en el retail internacional. Sin embargo, su desarrollo enfrenta restricciones productivas, tensiones de precio y una escala que lo posiciona más como un aceite de nicho que como un competidor directo del oliva o el coco.
El crecimiento del aceite de aguacate está directamente relacionado con la expansión global del consumo de aguacate como fruta fresca. De acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la producción mundial de aguacate se ha más que triplicado desde comienzos de la década de 2000, impulsada principalmente por América Latina y África. Este aumento ha fortalecido la disponibilidad de materia prima para usos industriales, incluido el aceite.
Sin embargo, la FAO también muestra que el destino prioritario del aguacate sigue siendo el consumo en fresco, mientras que la industrialización representa una fracción menor de la cadena. A diferencia de cultivos oleaginosos tradicionales, el aguacate no se produce con el objetivo principal de extracción de aceite, lo que condiciona el volumen disponible y la continuidad de suministro.
Desde la industria, esta realidad se observa con claridad. Sergio Perez-Borbujo, managing director de Avoil World, señala que “la evolución del mercado del aceite de aguacate es muy fuerte, hay una demanda muy marcada impulsada por el posicionamiento saludable del aguacate”. A ello se suma el contexto del aceite de oliva, cuyo comportamiento de precios ha generado nuevas oportunidades: “la fluctuación de precios del aceite de oliva ha hecho que mercados como China, que históricamente no consideraban el aceite de aguacate, hoy comiencen a apostar por él”.
Precios, retail y su posición frente al oliva y el coco
El análisis del mercado de aceites vegetales muestra diferencias significativas de escala. Según el Consejo Oleícola Internacional (IOC), el aceite de oliva representa alrededor del 1% del total de grasas vegetales consumidas a nivel mundial, pese a contar con una industria altamente estructurada y millones de hectáreas dedicadas exclusivamente al olivar, especialmente en España.
En contraste, el aceite de aguacate se encuentra varios órdenes de magnitud por debajo en volumen. Esta diferencia estructural limita su capacidad de competir directamente con el oliva en términos de abastecimiento global y estabilidad de precios. Perez-Borbujo lo resume así: “aunque el aceite de oliva ya es pequeño dentro del mercado mundial de grasas, el aceite de aguacate es todavía muchísimo menor; no compite en volumen ni en estructura”.
En el canal retail, esta tensión se acentúa. Mientras la materia prima ha encarecido, el precio final del aceite de aguacate no siempre refleja ese aumento. “La materia prima está muy cara y, sin embargo, el producto terminado se encuentra a precios más bajos”, explica el ejecutivo. Este desajuste ha llevado a la proliferación de mezclas con otros aceites vegetales, una práctica que, si bien es legal bajo ciertas normativas, genera una oferta muy heterogénea para el consumidor.
El aceite de coco, por su parte, responde a una lógica distinta. De acuerdo con datos del World Bank Commodity Markets Outlook (Pink Sheet), el aceite de coco se comporta como un commodity, con precios altamente influenciados por la oferta global y con aplicaciones que van más allá del consumo alimentario, incluyendo usos industriales y cosméticos. Su perfil graso y su posicionamiento lo sitúan en un segmento diferente al del aguacate y el oliva.
Un mercado que crece, pero con reglas propias
El avance del aceite de aguacate confirma que el mercado de aceites vegetales está lejos de ser estático. La combinación entre una demanda que valora los atributos saludables del aguacate y los ajustes de precio en aceites tradicionales ha abierto espacios reales para su desarrollo, incluso en mercados donde hasta hace pocos años no era considerado.
Sin embargo, los datos oficiales y la visión de la industria coinciden en un punto clave: el aceite de aguacate no se mueve bajo las mismas lógicas que los grandes aceites del mundo. Su disponibilidad depende del mercado de fruta fresca, su escala es limitada y su rol dentro de la cadena sigue siendo complementario. Más que competir en volumen con el aceite de oliva o el de coco, su desafío pasa por consolidar un posicionamiento claro, con estándares de calidad, transparencia en el contenido y una propuesta de valor coherente con su origen.
En ese equilibrio —entre crecimiento de la demanda, restricciones productivas y exigencias del retail— se define el futuro del aceite de aguacate: no como un sustituto masivo, sino como un aceite que encuentra su espacio cuando el mercado entiende sus límites y también su potencial.