Baika: la bioestimulación como pilar de una agricultura más resiliente

Baika: la bioestimulación como pilar de una agricultura más resiliente

moderna. En los últimos años, su uso se ha multiplicado a nivel global, impulsando un cambio de paradigma en la manera de potenciar los cultivos sin depender exclusivamente de fertilizantes o fitosanitarios. Chile no ha sido la excepción, y empresas como Baika han asumido un rol activo en la búsqueda de prácticas más eficientes y sostenibles.

“En los últimos cinco años se ha producido un verdadero boom de los bioestimulantes, y nuestro país no ha estado ajeno a esa tendencia”, explica Juan Antonio Delpero Barrios, Gerente de Producción de San José Farms, al reflexionar sobre la evolución de estas herramientas dentro de la estrategia agrícola de Baika.

Delpero reconoce que el término “bioestimulante” suele emplearse con una amplitud que genera confusión. En rigor, se trata de sustancias o microorganismos que mejoran la capacidad de las plantas para absorber nutrientes, tolerar el estrés y expresar su potencial productivo, sin aportar nutrientes directamente. Por eso —advierte— “no son fertilizantes ni fitosanitarios, sino aliados que actúan sobre la fisiología vegetal”.

El experto subraya que el valor de la bioestimulación radica en su integración dentro de una estrategia agronómica coherente, no como una receta aislada. “En Baika seguimos el principio Back to basics. Antes de invertir en bioestimulación, aseguramos una planta de calidad, comprendemos sus propiedades fisiológicas, aprendemos a regar correctamente y establecemos una nutrición balanceada. Solo entonces tiene sentido aplicar bioestimulantes”, sostiene.

Este enfoque busca maximizar el retorno de la inversión y, sobre todo, garantizar que cada aplicación tenga un sustento técnico. “La bioestimulación no se trata de usar por usar —agrega Delpero—. Requiere conocimiento, oportunidad y rigor científico”.

En el mercado actual, los bioestimulantes más comunes incluyen extractos de algas, proteínas hidrolizadas y ácidos húmicos o fúlvicos. Sin embargo, el sector avanza hacia una “bioestimulación de precisión”, basada en la comprensión detallada de sus mecanismos de acción. Delpero observa que la tendencia global apunta al desarrollo de moléculas específicas —como el ácido glutámico, los polifenoles o la glicina-betaína— capaces de provocar respuestas concretas en la planta. “Estamos pasando de productos multifuncionales a otros mucho más específicos, lo que exige saber exactamente qué queremos lograr con cada aplicación”, comenta.

Esa precisión técnica cobra aún más relevancia en un contexto de cambio climático y expansión agrícola hacia nuevas zonas. Baika está impulsando el cultivo de paltos en regiones con condiciones muy distintas a las de su lugar de origen, un desafío que obliga a repensar los programas de manejo y a generar más información local. “Nos falta conocimiento adaptado a cada zona productiva —explica Delpero—, y ahí la bioestimulación jugará un rol clave para diseñar estrategias costo-eficientes y sostenibles”.

La lógica detrás de esta apuesta es simple: una planta sometida a estrés rinde menos, se enferma más y produce fruta de menor calidad. Por eso, la bioestimulación se ha convertido en una herramienta esencial dentro de la filosofía Back to basics, que busca fortalecer el equilibrio fisiológico de la planta y potenciar su resiliencia natural.

“Cuando logramos que el palto exprese su potencial genético en distintas condiciones ambientales, estamos avanzando hacia una agricultura más sustentable y resiliente”, concluye Delpero.

Con esa visión, Baika no solo adopta una tendencia mundial, sino que la redefine desde la ciencia y la experiencia de campo, integrando la bioestimulación como un componente estratégico para el futuro de la fruticultura chilena.