Jorge Altuna: pionero del aguacate Hass y promotor de una producción sostenible en Ecuador
Desde su finca La Delicia, en la provincia de Imbabura, Jorge Altuna forma parte del grupo de productores que apostaron tempranamente por el aguacate Hass en Ecuador. Con una visión de calidad, sostenibilidad y compromiso familiar, impulsa un modelo de cultivo responsable que mira hacia el futuro.
Hace casi diez años, Jorge Altuna decidió cambiar de rumbo. Dejó atrás su carrera como ingeniero mecánico para dedicarse a un proyecto que transformaría su vida: el cultivo de aguacate Hass en la sierra ecuatoriana. Es un proyecto que, según él mismo reconoce, marcó un antes y un después en su historia personal y familiar.
Su incursión en el mundo del aguacate comenzó gracias a Robert Carl Flick, un productor estadounidense y uno de los pioneros del Hass en Ecuador, cuya finca colindaba con la suya. De esas conversaciones cotidianas sobre el manejo, las ventajas y el potencial de esta variedad, nació la inspiración que lo llevó a seguir el mismo camino. “Tuve la suerte de tener un vecino visionario, un gran amigo que impulsó el cultivo del Hass en Imbabura y en todo el país. Su ejemplo me ayudó a creer que también podía hacerlo”, recuerda.
Con el tiempo, la decisión se convirtió en una vocación y, a la vez, en un compromiso familiar. “Mi hijo nació cuando estábamos sembrando los primeros árboles, así que él y el cultivo han crecido juntos. Cada planta representa una etapa de mi vida”, dice Altuna, con la serenidad de quien ha encontrado en la tierra su propósito.
Ubicada a 1.750 metros sobre el nivel del mar, Finca La Delicia se extiende por 12 hectáreas en la zona de Salinas de Ibarra, provincia de Imbabura, en un valle de clima templado y baja pluviosidad —entre 400 y 600 milímetros al año—. “El suelo no era el ideal para el Hass, pero lo hemos ido mejorando con enmiendas y materia orgánica. Hoy logramos buenas producciones y fruta de calidad”, explica. La finca cuenta con 8.200 plantas sembradas en alta densidad, unas 660 por hectárea, aprovechando al máximo el terreno y el sistema de riego proveniente del canal estatal que abastece la zona.
El paso del tradicional aguacate de piel verde al Hass trajo consigo nuevos desafíos. “El Hass exige un manejo más técnico. Necesita mejor control en la nutrición y láminas de riego más precisas. Pero también es más noble: si se lo cuida bien, responde con productividad y fruta de excelente calidad”, afirma.
En los primeros años, sin embargo, el mayor obstáculo fue el mercado. “El consumidor ecuatoriano sigue prefiriendo el aguacate verde. El Hass, en cambio, está enfocado casi totalmente a la exportación”, explica. Hoy, alrededor del 80% de su producción se destina al exterior, principalmente a Europa, Rusia y Emiratos Árabes, mientras que el 20% restante se comercializa en el mercado local.
Durante 2024, Ecuador exportó cerca de 4.000 toneladas de aguacate, una cifra que, aunque todavía modesta en comparación con los países vecinos de la región, refleja el avance sostenido de una industria que continúa madurando y ganando experiencia. Este año, Altuna estima que la producción nacional alcanzará alrededor de 3 millones de kilos, ligeramente por debajo del año anterior debido al clima. “Las lluvias irregulares y los cambios de temperatura afectaron la floración. La ventana comercial, que iba de octubre a marzo, se ha desplazado hacia diciembre y marzo”, detalla.
A pesar de los retos, se muestra optimista. “Ecuador no puede competir en volumen con Perú o Chile, donde existen plantaciones de miles de hectáreas. Aquí somos pequeños productores, con fincas de una a diez hectáreas, pero eso también nos da identidad. Nuestro camino es la calidad.”
Para Altuna, la profesionalización del productor es clave para el futuro del sector. “Cada agricultor debe entender que su finca no es un simple cultivo, sino una empresa. Tenemos que cumplir normativas, mantener estándares y trabajar con conciencia exportadora”, sostiene. Además, insiste en que el crecimiento de la industria requiere tres pilares: financiamiento accesible, asistencia técnica y transferencia de conocimiento. “Al ser un país dolarizado, los créditos agrícolas tienen intereses altos y los retornos del aguacate toman años. Por eso, la capacitación y la tecnología son fundamentales para producir con eficiencia y sostenibilidad.”
Un modelo de sostenibilidad con visión de futuro
Más allá de los resultados productivos, Jorge Altuna ha convertido la sostenibilidad en el eje central de su trabajo. Desde Finca La Delicia participa en el proyecto CREA, desarrollado con el apoyo de la Escuela Politécnica del Litoral (ESPOL), Kulevel y la Unión Europea, enfocado en el estudio de la huella hídrica y de carbono en los cultivos de aguacate en Ecuador.
“Ya realizamos análisis de cadmio en fruta y los resultados han sido muy alentadores: los niveles son bajos, pero seguimos trabajando para mitigarlos”, comenta. “Estoy convencido de que el cultivo del aguacate debe ser sostenible, no solo por el planeta, sino también por el futuro de nuestros hijos.”
Esa visión se refleja en cada detalle de su finca. “En Finca La Delicia trabajamos con la convicción de ofrecer fruta que cumpla con las normativas internacionales y que sea ambientalmente responsable. Lo hacemos por nuestros hijos, para que tengan un mundo mejor, y por nuestros clientes, que buscan productos trazables y sostenibles.”
El productor resalta también el valor de la cooperación. Ha establecido alianzas con universidades y organismos internacionales para mejorar la eficiencia en el uso del agua y fortalecer la investigación agrícola. “Estamos aprendiendo de los países vecinos, sobre todo de Perú y Colombia, pero adaptando las prácticas a nuestra realidad. Si no tenemos volumen, debemos tener responsabilidad. La sostenibilidad es nuestro camino.”
Altuna confía en que, con organización y conciencia colectiva, Ecuador podrá consolidarse como un país exportador de fruta de excelencia. “Sueño con que pasemos de enviar dos o tres contenedores semanales a cien, pero sin perder la calidad. Si cada productor logra ser rentable, las familias podrán vivir dignamente del aguacate y el país crecerá con nosotros.”
Su historia encarna el espíritu de una nueva generación de agricultores que combinan técnica, visión y compromiso. “El aguacate —concluye— es más que un cultivo; es un compromiso con la vida, con la familia y con el futuro del campo ecuatoriano.”





























