El mercado japonés ha sido históricamente un destino clave para las exportaciones de aguacate, especialmente para México, país que comenzó a desarrollar este mercado hace ya más de dos décadas. Sin embargo, los últimos años muestran una clara tendencia a la baja en los volúmenes importados por Japón, una situación que ha despertado el interés de analistas del sector y plantea interrogantes sobre la sostenibilidad de este mercado en el mediano plazo.
Según datos de Avobook, las exportaciones totales de aguacate hacia Japón han disminuido de forma significativa entre 2021 y 2025. En 2021 se enviaron un total de 4,067 contenedores, cifra que cayó a 2,748 en 2022, luego a 3,114 en 2023, y descendió a 1,996 en 2024. En 2025, el volumen actual, hasta el mes de mayo, van 892 contenedores.
El análisis por origen evidencia que Michoacán, históricamente el mayor proveedor, ha reducido su participación de forma sostenida. En 2021 aportaba 1,873 contenedores (46% del total), y para 2025 su volumen estimado cae a 283 contenedores, con una participación relativa del 32%.
Jalisco también muestra una reducción, pasando de 1,614 contenedores en 2021 (40%) a 257 en 2025 (29%). En contraste, Perú y Chile han incrementado su presencia. Perú pasó de 580 contenedores en 2021 a 352 en 2025, elevando su participación del 14% al 39%. Chile y Colombia han mantenido una presencia marginal o nula en el periodo.
Este cambio en la configuración del mercado responde a múltiples factores. En primer lugar, el aguacate no forma parte de la dieta tradicional japonesa, y su consumo ha estado impulsado principalmente por los segmentos más jóvenes de la población. Sin embargo, Japón enfrenta una transición demográfica significativa, con un envejecimiento sostenido de su población que limita el crecimiento del consumo de productos exógenos como el aguacate, especialmente entre los adultos mayores, más conservadores en sus hábitos alimentarios.

A esta realidad demográfica se suman importantes desafíos logísticos. México, si bien cuenta con fruta de alta calidad, enfrenta tiempos de tránsito marítimo crecientes debido a problemas con las navieras.
Lo que antes era un trayecto de dos semanas ahora puede extenderse hasta un mes, lo que compromete la calidad de la fruta a su llegada, especialmente la proveniente de Michoacán, que presenta menor tolerancia a viajes prolongados. En cambio, Perú y Chile han logrado posicionarse como proveedores de fruta que puede viajar con largos tránsitos.
Otro aspecto clave es el modelo de negociación de precios. Mientras que México opera mayormente bajo esquemas “spot” —ajustados a las condiciones del mercado en tiempo real—, los exportadores peruanos y chilenos ofrecen la posibilidad de establecer precios fijos por períodos determinados. Esta modalidad resulta más atractiva para los importadores japoneses, que valoran la estabilidad y previsibilidad en sus relaciones comerciales.
Finalmente, el mercado japonés presenta una exigencia adicional que complica aún más el panorama: solo se aceptan dos calibres específicos de fruta. Esta limitación genera ineficiencias en el armado de pedidos, ya que obliga a los exportadores a separar los mejores calibres para Japón, dejando el resto del volumen sin destino definido o sacrificando ventas a mercados que sí aceptan una gama más amplia de tamaños.
En conjunto, estos factores explican la pérdida de dinamismo del mercado japonés para el aguacate, especialmente para México, y apuntan a la necesidad de adaptar las estrategias comerciales y logísticas a las nuevas condiciones estructurales de este destino.