El aguacate boliviano busca su lugar en el mundo: la apuesta de Claudia Oliva por abrir la primera exportación del país

El aguacate boliviano busca su lugar en el mundo: la apuesta de Claudia Oliva por abrir la primera exportación del país

Claudia Oliva convirtió un sueño personal en el proyecto que introdujo el aguacate Hass en Bolivia. Entre burocracia, clima y falta de mercado, hoy lidera una plantación pionera y una industria que busca exportar y transformar la forma en que el país consume esta fruta.

En el oriente boliviano, en las afueras de Santa Cruz, una empresa familiar está desafiando la historia agrícola del país. Se llama Agrícola Los Paltos y su dueña, Claudia Oliva, decidió apostar por un cultivo prácticamente inexistente en Bolivia: el aguacate hass. Su proyecto, que comenzó a hacerse realidad en 2021, la ha convertido en una de las pioneras en la producción de esta fruta en el país.

Administradora de empresas, con un máster en seguridad, medio ambiente y sistemas de gestión, Claudia retomó su vida profesional a los 45 años, cuando sus hijos ya estaban en la universidad. Lo hizo no en una oficina, sino en el campo, impulsada por una pasión que fue germinando durante años: el aguacate. Vivir en Colombia marcó un antes y un después. Allí, durante tres años en Bogotá, el aguacate era parte del menú diario y ella descubrió todas sus formas de consumo. Desde entonces, la idea de producirlo quedó instalada.

De regreso en Bolivia, después de más de una década acompañando a su esposo —ingeniero petrolero— por distintos países, la búsqueda de identidad para sus hijos coincidió con su propio proyecto de vida. “Siempre fui amante de las plantas”, cuenta. En su casa de Santa Cruz ya tenía seis árboles de aguacate que daban frutas grandes y cremosas. La pandemia terminó de acelerar la decisión: con su esposo obligado a dejar de viajar y pasar más tiempo en casa, Claudia insistió hasta convencerlo de comprar una propiedad para dedicarse al cultivo de aguacate.

El punto de partida fue tan ambicioso como complejo. En 2021, Agrícola Los Paltos realizó la primera importación de plantines de aguacate hass hacia Bolivia. Los árboles injertados llegaron desde Chincha, Perú. El proceso fue largo y desgastante y la carga quedó detenida en frontera durante días por trámites y exigencias cambiantes. 

“La primera importación de plantines de paltos para Bolivia me tomó casi tres años. Tres años para que el gobierno acepte el transporte de tierra de país a país. Fue un rollercoaster porque Bolivia no conocía absolutamente nada de la producción de palta. Hasta el transporte era un dolor de cabeza.”

Finalmente, los plantines certificados —con toda la documentación del Senasa peruano y del Senasag boliviano— llegaron a destino. Tras casi tres meses de cuarentena obligatoria, fueron plantados en diciembre de 2021. “También vivieron el COVID”, bromea, recordando cómo las plantas, igual que las personas, atravesaron un periodo crítico de adaptación.

Hoy, Agrícola Los Paltos cuenta con 14.000 plantas de aguacate hass establecidas en 26 hectáreas, bajo un sistema de fertirriego inspirado directamente en los modelos peruanos. La zona se encuentra a unos 700 metros sobre el nivel del mar, con un clima tropical pero con un factor que Claudia considera clave: las noches frescas. 

““En verano llegamos a 32 grados, pero en la noche baja entre 8 a 10 grados. La planta descansa”, señala. La región, además, registra cinco meses de lluvias intensas, seguidos de una sequía total en junio y julio. “Por eso tenemos el sistema de fertirriego, para que no se estrese por la falta de agua después de tanta abundancia”.

El proyecto, sin embargo, no ha estado exento de tropiezos. Desde el punto de vista productivo, las expectativas iniciales eran altas. 

“Mi ingeniero proyectaba entre 15 y 20 toneladas por hectárea. Y vamos a tener 7 toneladas. No es lo que se proyectó, no es para lo que se trabajó. Estamos haciendo análisis de tierra y foliares para que no nos vuelva a suceder.”

Una primera cosecha que superó al mercado boliviano

El año pasado se concretó la primera cosecha comercial. En términos comparativos con otros países productores, los volúmenes aún son modestos —del orden de 2 a 3 toneladas por hectárea—, pero para un país donde el consumo de aguacate hass es incipiente, el impacto fue considerable. La producción total rondó las 18 toneladas, un volumen grande para un mercado interno que aún no está habituado a esta variedad.

En Bolivia, explica Claudia, el consumo de aguacate se concentra en la fruta criolla, producida localmente y disponible principalmente entre diciembre y enero. El aguacate hass es prácticamente desconocido para la mayoría de los consumidores. Ante esa realidad, la pionera tuvo que convertirse también en impulsora cultural y comercial. “Ahí me ves tú tocando puerta por puerta, restaurante por restaurante”, relata. 

Poco a poco, Los Paltos logró entrar en uno de los supermercados más grandes del país y posicionarse en alrededor de 15 restaurantes de alto nivel, muchos de ellos con chefs peruanos que valoran la calidad del producto para sushi y cocina internacional.

Aun así, la producción superaba la capacidad del mercado local. El temor a perder fruta llevó a Claudia a dar un giro estratégico: transformar el aguacate en pulpa. Convocó a ingenieras de alimentos, diseñó recetas y comenzó a procesar la fruta. Así nació una segunda empresa, dedicada a la elaboración de pulpa de aguacate, que hoy cuenta con certificación boliviana a nivel nacional. Esta pulpa se destina tanto a la industria gastronómica como a consumidores que todavía están aprendiendo a incorporar el aguacate más allá de los trozos en la ensalada. 

“Comencé a empacarla, a contratar ingenieras de alimentos, y creamos nuestra propia pulpa. Hoy vendo pulpa y todavía tengo seis toneladas del año anterior. Como no la conocen, no saben cómo usarla. Tengo que hacer una campaña de marketing completa”, explica. 

Mientras la línea de pulpa avanza, la plantación de aguacate hass se prepara para un salto clave: la exportación. Desde hace más de dos años, Claudia trabaja junto a la Cámara de Exportadores de Bolivia para cumplir con los requisitos técnicos y sanitarios que permitan enviar fruta fresca a otros mercados. Chile fue el primer objetivo, hasta el punto de construir una infraestructura específica de “packing” en la finca para recibir inspecciones y lograr la certificación. Sin embargo, el proceso se estancó y, pese a las inversiones, la autorización aún no llega.

Ante ese bloqueo, Los Paltos ha abierto un segundo frente: Argentina. Actualmente, la empresa está en conversaciones con comercializadores argentinos, mientras las autoridades sanitarias de ese país revisan la documentación y evalúan las inspecciones necesarias. “Lo que yo necesito es vender; de nada sirve producir si no puedo sacar la fruta”, resume Claudia, consciente de que el futuro de la plantación depende de acceder a mercados externos.

La ventana de producción también juega un papel estratégico. El año pasado, la cosecha comenzó en marzo, un momento que resultó complejo para el mercado interno porque la fruta criolla todavía estaba disponible, generando competencia directa. Este año, la planificación será distinta según el destino. Si la fruta se orienta a exportación, la cosecha empezará en marzo, aprovechando una ventana de menor oferta global. 

“El año pasado salimos en marzo y fue un error porque todavía había palta criolla. Este año, si me quedo en Bolivia, voy a atrasar todo lo que pueda. La palta sube al doble cuando se acaba la criolla y antes de que entre el contrabando peruano.”

De cara al futuro, la visión de Claudia es clara. Por un lado, iniciar un proceso de certificación integral de la plantación, algo que hasta ahora ha avanzado solo en la línea de pulpa. Por otro, consolidar un socio comercial o inversionista que le permita escalar el proyecto. Está convencida de que las condiciones agroclimáticas de Bolivia son excepcionales para el aguacate: suelos fértiles, buen régimen de lluvias y un clima más benigno que el de otras zonas productoras de la región. Pero sabe que la pasión no basta. Requiere capital, tecnología y acceso sostenido a mercados.

En paralelo, la empresa de pulpa se prepara para transformar no solo aguacate, sino también otras frutas emblemáticas del país, como piña y arándanos, mediante tecnologías como IQF y líneas industriales que están en camino a Bolivia. La idea es diversificar y no depender exclusivamente de una ventana corta de oferta de aguacate fresco.

A pesar de los desafíos —desde la burocracia en frontera hasta las brechas de rendimiento y las limitaciones comerciales—, Claudia mantiene intacta la convicción que la llevó a sembrar las primeras 14.000 plantas de hass. “Yo creo que si tú lo sueñas, tú lo creas”, dice. Después de años imaginando este proyecto, asegura que no ha perdido un solo minuto la positividad. Su mayor anhelo es que el aguacate hass deje de ser una rareza en Bolivia, que el país se inserte en el mapa regional del cultivo y que su finca, Agrícola Los Paltos, sea solo el comienzo de una nueva historia para el aguacate boliviano.