La segunda vida del aguacate: sostenibilidad y valor en la industrialización
Por años, miles de toneladas de aguacate quedaron sin destino por no cumplir los estrictos estándares de exportación. Hoy, la industrialización se posiciona como una alternativa clave para aprovechar cada fruto, generar valor agregado y construir una cadena de suministro más sostenible.
La sostenibilidad del aguacate se ha convertido en un desafío central para productores, industrias y consumidores a nivel global. Su creciente demanda, especialmente en mercados internacionales, obliga a replantear prácticas que garanticen no sólo calidad, sino también un uso responsable de los recursos naturales y una reducción efectiva de pérdidas a lo largo de la cadena de valor. En este escenario, la industrialización surge como una alternativa estratégica que genera beneficios económicos, ambientales y sociales.
Uno de los principales retos en países productores como Perú, Colombia, Ecuador o Brasil es que el consumo doméstico del aguacate Hass suele ser limitado, en contraste con la preferencia local por variedades criollas o de piel verde. Esto provoca que gran parte del volumen cosechado no encuentre salida en los mercados internos.
Según Avocomex, de cada 100 frutos recolectados, entre el 75 % y el 95 % logra cumplir los estándares cosméticos y de calidad exigidos por los mercados de exportación, mientras que el resto —considerado “descarte”— se destina a la industria. Lejos de representar una pérdida, este proceso convierte la fruta en pulpa congelada, guacamole, aguacate IQF o aceite, ofreciendo al productor un retorno adicional y evitando que toneladas de fruta terminen desperdiciadas. La industrialización, en este sentido, complementa el ingreso del agricultor y actúa como motor de sostenibilidad para la cadena productiva.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha señalado que las pérdidas poscosecha en frutas tropicales como el aguacate obedecen a múltiples factores: daños mecánicos, hongos, enfriamiento inadecuado y deficiencias en empaque o transporte. Para mitigarlos, recomienda implementar protocolos de cosecha basados en indicadores de madurez como la materia seca —con un mínimo del 22 % en Hass—, aplicar preenfriamiento inmediato y mantener la cadena de frío durante toda la logística, además de utilizar envases ventilados y resistentes que reduzcan el maltrato físico de la fruta (FAO, Avocado: Post-Harvest Operations).
A esto se suma la necesidad de valorizar residuos: semillas y cáscaras pueden destinarse a la producción de ingredientes industriales, bioenergía o compost, integrando el concepto de bioeconomía circular (FAO, Reducing food loss and valorizing fruits and residues, 2023).
En el plano de la responsabilidad social y ambiental, la FAO junto a la OCDE han promovido la guía de debida diligencia en cadenas agrícolas, ya aplicada en el sector del aguacate a través del proyecto Responsible Fruits. Esta metodología ayuda a las empresas a identificar riesgos sociales, ambientales y de gobernanza en su cadena de suministro, desde la gestión eficiente del agua hasta las condiciones laborales de los trabajadores rurales (OECD-FAO, Guidance for Responsible Agricultural Supply Chains). Por su parte, Avocomex destaca que la instalación de plantas procesadoras en zonas rurales genera empleo industrial estable y diversificado, ampliando las oportunidades para familias que antes dependían únicamente de labores de campo.
Otro aspecto relevante es el empaque. La FAO subraya que el diseño de envases incide directamente en el nivel de pérdidas globales. En el caso del aguacate industrializado, además de envases reciclados o reciclables, muchos países imponen regulaciones estrictas para reducir materiales tóxicos o contaminantes.
Avocomex señala que los procesos actuales de industrialización del aguacate son altamente amigables con el medio ambiente, sin recurrir a técnicas nocivas, y responden a la exigencia creciente de mercados internacionales en materia de sostenibilidad.
En suma, la industrialización del aguacate no solo evita que grandes volúmenes de fruta sin valor comercial terminen en desperdicio, sino que permite ampliar las oportunidades de negocio para productores en países con bajo consumo interno, fomenta la economía circular al valorizar subproductos, impulsa empleos rurales en plantas de procesamiento y responde a estándares globales de responsabilidad ambiental.
Como advierte la FAO, la clave está en integrar eficiencia poscosecha, empaques responsables y debida diligencia en toda la cadena, asegurando que cada aguacate, sin importar su destino, contribuya a una producción más sostenible y socialmente justa.